Puede decirse que el primero de la serie de conciertos se halla formalmente entre el concerto grosso y el concierto para solista. Escrito para violín píccolo que lleva el peso concertante de la obra, 3 oboes, 2 trompas, fagot, cuerdas y bajo continuo, es el único que consta de cuatro movimientos, los tres primeros según la estructura tradicional italiana (Allegro-Adagio-Allegro), más un extenso Menuetto de inspiración francesa, con tres tríos (una sección intermedia que contrasta en cuanto a carácter y orquestación, ésta confiada a un pequeño grupo de instrumentos), el segundo de los cuales es una polonesa o polacca. Es precisamente este movimiento el más sorprendente y original de la partitura, todo un dechado de invención instrumental, por ejemplo en el último trío, en el que parecen resonar en las trompas los ecos de una cacería.
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